jueves, 24 de mayo de 2007

Esto acaba de empezar

Para transferir conocimiento lo más importante es tenerlo. Muchas veces y aún teniéndolo, la transferencia no se produce. Analicemos el problema.


Comencemos con un ejemplo. La curación del escorbuto era conocida 200 años antes de que la Royal Navy Inglesa lo adoptara de forma generalizada. Nadie dudará en principio que el interés por atajar la enfermedad debía existir. La solución estaba a mano pero la transferencia de la solución tardó dos siglos en producirse. ¿Por qué?



Los nuevos conocimientos tardan en adoptarse incluso en las condiciones más favorables. Las organizaciones sociales son entrerramados complejos de intereses donde la introducción de una innovación afecta a muchas personas, no siempre de forma positiva, además de a sus potenciales beneficiarios. Salvo casos claramente patológicos a nadie le gusta morir por el beneficio del otro.



La transmisión del conocimiento cara a cara es más efectiva. En este tipo de transmisión se pueden explicitar los valores y los marcos de referencia que suelen quedar ocultos en la transmisión escrita. También el cara a cara facilita el explicitar el camino caótico por el que se ha llegado a unos determinados resultados que queda distorsionado, por teórico rigor científico, en las exposiciones tradicionales. Pero el cara a cara es difícil.

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