lunes, 10 de marzo de 2008

La parte emocional de nuestro cerebro

Hay una parte del cerebro que podemos llamar el cerebro emocional, más antiguo que la parte más propiamente intelectual; se compone principalmente por el denominado sistema límbico en el que destacan las estructuras denominadas tálamo y amígdala; la primera encargada de procesar emocionalmente toda la información sensorial que llega al cerebro, vigilando la presencia de alguna estimulación emocionalmente significativa; la segunda es la encargada de la memoria emocional y del aprendizaje emocional. Cuando el cerebro emocional detecta una estímulo emocionalmente significativo, pone en marcha la respuesta emocional a través de la acción de la acción de los neuropéptidos, que liberados en el torrente sanguíneo activan la respuestas fisiológicas asociadas a la emoción. El funcionamiento de todo el sistema es previo al procesamiento por el cortex, consciente y racional, y a veces de tal intensidad que produce el fenómeno llamado por Goleman secuestro emocional; origen de múltiples tragedias.

Los especialistas sacan dos conclusiones educativas fundamental para padres y docentes del conocimiento del funcionamiento del cerebro emocional y su relación con el cerebro consciente:

· fundamentar la comprensión de las emociones propias y ajenas más en el conocimiento del lenguaje no verbal (el gesto, la postura, la expresión facial, el tono, de voz, la mirada...) más universal e importantes, que en las manifestaciones verbales. Conocer y comprender estos aspectos no verbales es la vía más directa para captar y hacer consciente las propias emociones, lo que en sí mismo supone empezar a controlarlas y cambiarlas.

· la modificación de la respuesta emocional es fruto esencialmente de la práctica y su ejercitación , antes que de la reflexión verbal. Conclusión que nos advierte de intentar modificar comportamiento emocionalmente desajustados a través de la reprimenda, el discurso, el sermón... lo importante es practicar respuestas adaptativas, aumentando progresivamente su probabilidad de aparición en el momento oportuno, hasta llegar a convertirse en la respuesta natural del sujeto, algo que cuanto antes se enseñe, más "natural" llegará a ser..


Para que sirven las emociones

Los sociobiólogos destacan la preponderancia del corazón sobre la cabeza en los momentos realmente cruciales. Son las emociones las que nos permiten afrontar situaciones demasiado difíciles como para ser resueltas exclusivamente con el intelecto. Cada emoción nos predispone de un modo diferente a la acción; cada una de ellas nos señala una dirección que, en el pasado, permitió resolver adecuadamente los innumerables desafíos a que se ha visto sometida la existencia humana.

“Sólo se puede ver correctamente con el corazón; lo esencial permanece invisible
para el ojo” Antoine de Saint-Exupéry.

Anatomia de un secuestro emocional

Un secuestro es un golpe de estado neural que se origina en la amígdala, uno de los centros del cerebro límbico. “Perder el control de la situación” y explotar con una intensidad muy desproporcionada. Aunque a falta de toda carga emocional, los encuentros interpersonales pierden todo su sentido. La ausencia funcional de la amígdala impide todo reconocimiento de los sentimientos y todo sentimiento sobre los propios sentimientos. La amígdala constituye, una especie de depósito de la memoria emocional y también se la puede considerar como un depósito de significado. Aquellos animales a los que se les ha seccionado o extirpado quirúrgicamente la amígdala carecen de sentimientos de miedo y de rabia, renuncian a la necesidad de competir y de cooperar, pierden toda sensación del lugar que ocupan dentro del orden social y
su emoción se halla embotada y ausente.

Los momentos más interesantes para comprender el poder de las emociones en nuestra vida mental son aquéllos en los que nos vemos inmersos en acciones pasionales de las que más tarde nos arrepentimos. ¿Cómo podemos volvernos irracionales con tanta facilidad?

Durante los primeros milisegundos de cualquier percepción, no sólo sabemos inconscientemente de qué se trata sino que también decidimos si nos gusta o nos desagrada. Nuestras emociones tienen una mente propia, una mente cuyas conclusiones pueden ser completamente distintas a las sostenidas por nuestra
mente racional.

Esto vuelve a poner sobre el tapete el viejo problema de la contradicción existente entre la razón y el sentimiento. Nuestra intención es la de descubrir el modo más inteligente de armonizar la cabeza y el corazón.

Llegar a dominar las emociones constituye una tarea tan ardua que requiere una dedicación completa y es por ello por lo que la mayor parte de nosotros sólo podemos tratar de controlar –en nuestro tiempo libre- el estado de ánimo que nos embarga.
El enfado parece ser el estado de ánimo más persistente y difícil de controlar. De hecho, el enfado es la más seductora de las emociones negativas porque el monólogo interno que lo alienta proporciona argumentos convincentes para justificar el hecho de poder descargarlo sobre alguien. Los pensamientos negativos obsesivos son la leña que alimenta el fuego de la ira, un fuego que sólo podrá extinguirse contemplando las cosas desde un punto de vista diferente. Uno de los remedios más poderosos para acabar con el enfado consiste en volver a encuadrar la situación en un marco más positivo.

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente no resulta tan sencillo”


La capacidad de controlar las emociones, de tranquilizarse a uno mismo, de desembarazarse de la ansiedad, la tristeza y la irritabilidad exageradas. No se trata de reprimirlas sino de su equilibrio, pues como hemos dicho cada una tiene su función y utilidad. Podemos controlar el tiempo que dura una emoción no el momento en que nos veremos arrastrados por ella. El arte de calmarse a uno mismo es una de las habilidades vitales fundamentales, que se adquiere como resultado de la acción mediadora de los demás, es decir, aprendemos a calmarnos tratándonos como nos han tratado, pero aprendible y mejorable en todo momento de la vida.

En relación al enfado hay que conocer que su detonante universal es la sensación de hallarse amenazado, bien real o simbólicamente. Consiste desde la perspectiva hormonal en una secreción de catecolaminas que producen un acceso puntual y rápido de energía y una descarga adrenocortical que produce una hipersensibilidad difusa que puede durar hora o incluso días, descendiendo progresivamente nuestro umbral de irritabilidad. Podemos pues decir que el enfado se construye sobre el enfado; que cada pequeño incidente nos predispone a reaccionar nuevamente enfadándonos con causa menores y a que la reacción sea cada vez más violenta También podemos afirmar que es la emoción mas persistente y difícil de controlar, aunque el peor consejero es la creencia errónea de que es ingobernable. Lo importante para su control es intervenir en la cadena de pensamientos hostiles que los alimenta. Y entre las técnicas que han demostrado su eficacia destacan ante la reacción ya provocada: la relajación, la comprensión y una actitud contraria al enfado (quien se enfada tiene dos trabajos: enfadarse y desenfadarse). En cuanto a la catarsis y la expresión abierta del enfado no parece surtir el efecto deseado, al contrario, según la anatomía del enfado es contraproducente.

No hay comentarios: